Desde chico la veía en todas partes, las hay en los montes, en los terrenos valdíos, en los alambrados viejos, en el fondo de la casa de las abuelas, trapadas a los árboles. Es tan misionera que cuado la veo me remite al aire fresco que se siente cuando está abierta a pleno, tan fresca y tan natural. Un milagro, un regalo de la naturaleza. Un premio pocas veces disfrutado.
viernes, 7 de marzo de 2008
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