No se porqué, pero en estos días me vuelven en forma constante recuerdos de mi infancia cuando era niño allá en la sierra misionera. Y muchas veces me pregunto si fui feliz y no logro recordar cosas que me llenen de emoción. Si son cuestiones más vanales como que no tenía preocupaciones mayores y sobre todo, el matecocido con leche y galletas de la panadería de Benítez untadas con manteca Sancor. Lo que si me acuerdo es que en el fondo de casa y en cada lado del tejido había lineas de margaritas que allá por enero florecían y florecían sin pausa.
Una vez fui al cumpleaños de Alejandra, una guainita que vivía en el frente de casa hija de la Negra y Gustavo el mecánico. Al día siguiente era el cumpleaños de mi mamá. En un descuido de todos, me escurrí de la fiesta y corrí hasta el fondo de casas y coseché un gran ramo que escondí abajo de mi cama. Al día siguiente, me levante y vi por la ventana del comedor a mis viejos tomando mate en la vereda abajo del perfumado árbol de gomero. Corrí hasta mi pieza y saque las flores y se las entregue a mi mamá por su cumpleaños. Las margaritas estaban radiantes como si recién las había cortado...
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