Después de leer artículos, ensayos y varios autores que se explayan a cerca de la felicidad, además de escuchar a tantísima gente sobre el tema, caigo en la cuenta que no existe la felicidad plena; solo se trata de momentos en los que la persona se siente feliz por diversas circunstancias o sucesos fortuitos que matizan el cotidiano de una persona.
Muchos recuerdan sucesos de felicidad, o necesariamente remiten a un estado de algarabía como por ejemplo ver crecer a los hijos, el día en que culminaron la facultad, o en el mejor de los casos acertar varios números al tentar a la suerte.
Se trata de estadios de la conciencia, del alma, del ser que generan un estado de felicidad pasajero que sumados unos a otros dan como factor común: la felicidad.
Mientras tanto, mientras cada uno de esos sucesos se proclaman, entre medio existen sensaciones que son adversas, de intransigencia, de felicidad en estado latente.
Sonreir no es ser feliz, tener buen humor no es ser feliz, no necesariamente.
En ciertos momentos del día, el ser humano experimenta sucesos de placer: al tomar un baño cuando llega del trabajo, regresar a casa luego de una jornada laboral, asistir a un programa favorito en la televisión, una buena cena, adquirir en el comercio alguna prenda o artefacto deseado, tomar un mate por la mañana… son todos ellos momentos que generan un bien estar. Entonces el hombre no esta necesariamente feliz, se siente bien, logra un equilibrio emocional en el que la mente se relaja y deja fluir el placer que se manifiesta a partir de los estímulos que recibe de manera externa.
Tanto en el primero, como en el segundo ejemplo se dice que se trata de momentos, de sucesos fortuitos que generan una sensación de felicidad o bien estar. Estos estadios de la conciencia, consecuentemente, generan un contra mensaje que la mente deja librados al azar y surgen de manera involuntaria e irrumpen en el estadio.
Se trata del auto boicot: un momento en el que el bienestar o la felicidad se ven interrumpidos por otros factores o sensaciones tanto mentales como externas que irrumpen en la sensación reinante.
El hombre genera su propia medicina contra la felicidad que abona y persigue en forma continua.
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