sábado, 22 de octubre de 2011
Donde el altísimo custodia a la bestia
Un paseo a la garganta del diablo, un silencio que anticipa el caos. Los paredones de piedra brillan con el tenue sol de la mañana de julio. La embarcación de nombre Laila de la Jungle Explorer abría surcos en el bravo río Iguazú que a esa altura baja con mucha adrenalina, oxigenado, cristalino y fresco.
Apenas cerca de la gran olla del salto San Martín, el cielo azul que acompaño el viaje se volvió gris, húmedo y misterioso. Como anticipo dos o tres saltos tímidamente desploman sus aguas sobre grandes rocas apiladas en las costas. Los arboles en las alturas le gana espacio al vacío en su carrera hacia la luz. Con el tiempo se hicieron de un gran tronco y potentes raíces que los prenden a la dura piedra. El agua verde esmeralda llega fresca y salpica de tanto en tanto y el viento no deja emitir palabras, solo un par de gritos se escuchan. Como un portal, se abre la gran olla junto a la isla San Martín y al fondo una pared de agua de unos setenta metros de caída sortea grandes piedras alfombradas de musgos. El sonido es ensordecedor.
El avezado timonel hace girar a Layla y las aguas del San Martín salpican con fuerza. Son dos o tres segundos en los que el aire se corta, se libera adrenalina, se siente felicidad. Dos o tres giros más y volvemos al río Iguazú en su cause principal, corredera a la garganta del diablo. Allí tres mosqueteros custodian la gran entrada hacia las fauces mismas del diablo, muy cerca de su garganta.
Dos o tres embarcaciones más llenas de turistas chinos sacan fotos al aire, se ríen y festejan. Empapados de una energía natural que alimenta hasta los huesos todo el contingente regresa a la costa, camino a la Garganta del Diablo, para ver el salto desde arriba, desde donde el altísimo custodia a la bestia.
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