sábado, 14 de marzo de 2009

¿Si probas adentro tuyo?

Tus ojos ven aquello que tu mente proyecta porque los pensamientos son como imanes: atraen situaciones de la vida. Es así como inventas tu camino: a medida que avanzas en él. Y en el camino están los otros, las personas, la gente, el resto del mundo. Es con estos seres que orquestas tu emotividad estableciendo un complejo sistema de trueque afectivo donde dar y tomar no es siempre claro y transparente. Observá con atención este engranaje: aquella persona con la cual tenes cuentas pendientes se presentará una y otra vez delante tuyo. Quizás lo hará con otro rostro, con otro nombre, en otra ciudad, pero ese íntimo conflicto resurgirá cíclicamente porque sos vos quién lo atrae. Porque funcionas como un imán de los afectos, por eso tenes la sensación de ser al mismo tiempo prisionero y verdugo, por esto te enamoras siempre del mismo tipo de personas y te ahogas en los mismos problemas. Esto funciona por una razón fundamental: no está ahí para castigarte sino para darte otra oportunidad. Sí, todo conflicto desea ser resuelto, éste es el motivo de su obstinada existencia. Por eso, aunque tu marcha te lleve allá o aquí, tu mundo interno te seguirá como una sombra fiel. Enfréntalo y supera aquello que detiene tus pasos. Si no... ¿Por qué razón te propones avanzar? Tus batallas privadas no son casualidades: lo que se opone a tu marcha, aquellos que consideras enemigos, aquello que llamas el mal, se te manifiesta con mil disfraces, pero con un único origen. Entonces se crece cuando se vencen los miedos personales, cuando arranques de una vez y para siempre las raíces del sufrimiento. Ahora escucha esta buena noticia: tus conflictos tienen la clave para su resolución. Sí, tus íntimos huracanes desean mutar en suave brisa de primavera, ya que existe en todas las almas un punto fijo, un eje, un impulso que alienta la marcha. Es como un soplo, una intención de tu ser profundo que actúa defendiendo su derecho a la vida. Es eso cuyas manos invisibles te alzan cada vez que caes, aquello cuyo aliento nutre la llama de la esperanza aunque el camino se deshaga a tus pies. Reconocelo y apoyate en él. Te digo que cuando seas capaz de quitarle la máscara a ese personaje que proyectas al mundo vas a poder ver aquello que entorpecía tu andar, llenaba de humo tus ojos y de amargura tu corazón. Entonces algo sucederá, ya que la pulsación de la vida es contagiosa: si vences ese combate, te será devuelta toda la fuerza que creías perdida, algo se romperá dentro tuyo, como un río de energía que desborda y te inunda, como una peste sana que se desparrama y te contagia, como un viento de liberación que llena tus pulmones; sentirás la fuerza de la vida circular sin trabas. Amor, dicen algunos. Otros unidad, conciencia cósmica, armonía, éxtasis... llámalo como quieras. Lo cierto es que desde ese momento nada será igual que antes. Tu pasado es inmutable: aquello que fue, fue. Pero si logras cambiar tu mirada del pasado, tu comprensión de lo que sucedió, entonces tu pasado cambia, aquello que llamas realidad podrá tomar otro aspecto y el día será distinto. Y aunque no lo sepas explicar, se presentará algo que conoce a la perfección cuál es tu meta y también el trazado de la marcha. Y no tienen nada que ver con nada, es solo un impulso supera todo y justifica tu vida.